Introducción
al Antiguo Testamento
La primera parte de la
Biblia , el Antiguo Testamento es común a los judíos y a los
cristianos, pero con algunas diferencias.
Los judíos, seguidos por los protestantes, reconocen sólo los
libros escritos en hebreo (unos 40); los católicos añaden 7 libros, escritos en
griego. Los protestantes llaman a esos libros “apócrifos” y los católicos
“deuterocanónicos”. El Nuevo Testamento, igual para todos los cristianos tiene
27 libros. Es decir la Biblia
cristiana contiene un total de 73 libros.[1]
La palabra Testamento:[2]
los traductores del Antiguo Testamento al griego buscaron evitar que al hablar
del berith (en heb. “alianza”), la
alianza entre Dios e Israel, se entendiera que era un pacto entre iguales. Por
eso no usaron el término griego syntheké
que se traduce por “alianza” sino que escogieron diatheké que se traduce por “testamento” o “la última voluntad”,
que es la obligación de uno con respecto a otro que sólo recibe beneficios y de
esta manera destacaron más la disparidad. La versión latina y muchas versiones
modernas de la Biblia
utilizan el término “testamento” en lugar de “alianza”
Para la clasificación del AT nos encontramos con dos clases de
colocación: la Biblia
de los judíos tiene tres partes: La Ley (o Torah),
Los Profetas (o Nebiim) y Los Escritos
(o Ketubim). Tomando la primera letra
de cada uno de los títulos los judíos han formado la palabra TaNaK
que para ellos designa la Biblia. Algunas
de nuestras Biblias (ej. La
Biblia del Pueblo de Dios) ha adoptado esta clasificación y añade
al fin los libros deuterocanónicos. Pero la mayoría de las Biblias (ej. La Biblia de Jerusalén) adoptan
el orden inspirado en la Biblia
griega que clasifica los libros en cuatro partes: el Pentateuco, los libros
históricos (legislación e historia) los
libros Poéticos y los libros Proféticos.
El conjunto del AT fue escrito en hebreo con algunos pocos
versículos en arameo. El AT fue traducido al griego a partir del siglo III a.C.
en Alejandría y se la denomina la versión de los setenta LXX.
Valor del AT
El AT nos ayuda a conocer a
Dios o tal vez expresándolo mejor en el AT Dios se da a conocer: este Dios
que ama y que perdona, este Dios que ama a su pueblo y también a los paganos,
que elije a personas diferentes y que camina junto a los hombres revelándose en
su historia. DV 15 dirá:
“…los libros del Antiguo Testamento manifiestan a todos el
conocimiento de Dios y del hombre y las formas de obrar de Dios justo y
misericordioso con los hombres según la condición del género humano en los
tiempos que precedieron a la salvación establecida por Cristo. Estos libros,
aunque contengan también algunas cosas imperfectas y adaptadas a sus tiempos,
demuestran, sin embargo, la verdadera pedagogía divina. Por tanto, los
cristianos han de recibir con respeto sagrado estos libros, que expresan el
sentimiento vivo de Dios, y en los que se encierran sublimes doctrinas acerca
de Dios, una sabiduría salvadora sobre la vida del hombre, y tesoros admirables
de oración, en los que, en fin, se esconde el misterio de nuestra salvación.”
También encontramos en el
AT múltiples ejemplos de personajes que son modelo para nosotros: Moisés, Jeremías,
Job….etc. personas en las que nosotros mismos nos vemos reflejados.
El AT nos pone en contacto
con el pueblo de Dios, con sus esperanzas, sus deseos más profundos y
también con sus errores, sus logros, sus idas y venidas.
El AT es indispensable para
comprender el NT: muchas de las palabras utilizadas por Jesús o sus
discípulos formaban parte de la cultura religiosa de su época y por lo tanto
evocaban algo muy distinto a lo que a nosotros nos puede parecer a primera
vista. Y es sobre todo la
Escritura , es decir el AT lo que formaba el fondo de esa
cultura. Así, muchos títulos aplicados a Jesús (Mesías o Cristo, hijo de David,
hijo de Dios, hijo del hombre, siervo doliente, profeta, etc.) y muchas
expresiones (viña, Sión, agua, soplo, etc.) son utilizados en el NT con un
contenido específico que fue madurando lentamente en la historia de Israel.
Finalmente recordemos las palabras de DV 16 acerca de la Unidad de ambos
Testamentos:
“Dios inspirador y autor de
ambos Testamentos, dispuso las cosas tan sabiamente que el Nuevo Testamento
está latente en el Antiguo, y el Antiguo está patente en el Nuevo. Porque,
aunque Cristo fundó la Nueva Alianza
en su sangre no obstante los libros del AT, recibidos íntegramente en la
proclamación evangélica, adquieren y manifiestan su plena significación en el
Nuevo Testamento ilustrándolo y explicándolo al mismo tiempo.”
Rezamos: 2 Tim 3,16
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